Ayer fueron 35 años del golpe militar en la Argentina, día que se convirtió recientemente en el día de la memoria.
Me gustaría entonces hacer memoria. Y ya que acá hablamos de feminismo y maternidad, me parece inevitable hablar de un grupo de madres, valientes y luchadores, en un momento oscuro de la historia argentina: las madres de plaza de mayo. Porque esas madres, por ser mujeres y madres, no fueron consideradas una amenaza al régimen, pero sin embargo, formaron parte de uno de sus más poderosos desafíos. Del dolor y la incertidumbre de la desaparición de sus hijos, de la rabia, nace uno de los movimientos sociales más potentes de la Argentina.
Estas mujeres lograron idear un brillante y, ahora icónico, sistema de protesta. La forma que encontraron fue la de construir su identidad a través de usar un pañuelo blanco en la cabeza, e ir de dos en dos alrededor de la pirámide de Plaza de Mayo. De esta manera evitaban la prohibición de reuniones grupales, así como también la sospecha de estar parados mucho tiempo en un lugar público. Con movimiento, rituales, y formas de identificación, fueron lentamente creando un espacio de protesta en un momento y lugar en que era peligroso hacerlo. Y así fueron creando un poderoso movimiento social que lucha por los derechos humanos, que termino siendo clave en términos de crear lazos locales, nacionales e internacionales, dar a conocer la situación en la Argentina, recuperar en lo posible la información del paradero de sus hijos, así como hasta el día de hoy son un grupo clave en la lucha por la memoria, y por recuperar la identidad de los nietos que fueron robados.
Así que desde acá, lejos, brindo por esas madres, y por la memoria.